Austin Healey 3000

SE VENDE
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BIG HEALEY
En la Inglaterra de los 60, deportivo significaba : descapotable, rustico, incomodo y… con un gran motor. El Austin Healey 3000, también conocido por “Big Healey”, respondía perfectamente a esta definición.
Donald Healey, natural de la muy melancólica región de Cornuailles, vive por y para los automóviles desde hace 35 años. Primero fue un buen piloto, ganando en 1931 el Rallye de Montecarlo sobre un Invicta. Luego, preparador de Riley, Triumph, Humber,.. hasta la guerra. Por fin fabricante, con su propia marca, a partir de 1946. Aunque le moleste a los enamorados de los Nash-Healey y Jensen-Healey, es en asociación con la vulgar Austin cuando Healey producirá su obra maestra. La receta es clara: un chasis simple, compacto y bajo, un motor robusto y… potente. Para empezar 2,6 l. y 4 cilindros en los primitivos Austin-Healey 100, después el 6 cilindros del Westminster, con 2,6 litros en el 100/6 y 3 (y hasta 150 cv.) en el 3000, también conocido como Big Healey. Una maquina simple vestida con una línea a la vez clara y singular: nulo voladizo delantero, pequeña puerta inclinada y una fantástica aleta trasera que recuerda a los estabilizadores de los Hurricane. Fue el propio Donald Healey quien dirigió el lápiz del diseñador (Gerry Coker) y se nota su pasado de piloto militar. La producción del 3000 comienza en 1959 y al igual que el 100 su antecesor, será todo un éxito. En aquella época la velocidad no era todavía sinónimo de delincuencia y aunque las berlinas estaban hechas para servir los deportivos servían para seducir y, sobre todo, para correr. Poseer un Big Healey era una manera elegante de ir hasta el final en la realización de un sueño. Como el Triumph o el Jaguar, era un deportivo apasionante, comunicativo, y lo bastante peligroso al limite como para transformar a su conductor en un piloto.
CARACTERISTICAS Inglaterra es la patria de los seis cilindros de carrera larga, garantía de un funcionamiento homogéneo y agradable. El 3 litros del Big Healey extraído de las berlinas burguesas de la gama Austin, es un motor prácticamente irrompible, que alcanza 124 cv en el MK1, 131 en el MK2 y hasta 150 cv. en el MK3, el mas potente de la gama. Va acoplado a una caja de cambios de 4 velocidades, rustica pero muy sólida. Opcionalmente, podía encargarse con overdrive, aconsejable para su uso en autopista. Olvidado con las modernos cambios de 5 y 6 velocidades este dispositivo eléctrico alargaba en 3ª y 4ª la relación del puente trasero, logrando a la vez mejores aceleraciones y un régimen de crucero mas relajado. El chasis de travesaños del Healey es un concentrado de arcaísmos técnicos y soluciones ya probadas al servicio de una noble causa. La geometría de las suspensiones es de una simplicidad bíblica: trapecios superpuestos delante y eje rígido con ballestas detrás. Una suspensión que, sobre mal firme, se muestra bastante seca y sensible a los baquetazos. Los frenos son discos en las ruedas delanteras y tambores en las traseras, y la dirección de tornillo sin fin. La carrocería, en acero sobre esqueleto de aluminio, podía acoger a 2 personas en la versión roadster, o 2+2 en el cabriolet. Naturalmente, podía encargarse el modelo con volante a la derecha o a la izquierda, dada la importancia del nuevo mercado americano. Los cristales descendentes y los deflectores solo aparecieron con el MK 2, el salpicadero (completamente rediseñado y de madera) a partir del MK 3, y la calefacción, imprescindible en Inglaterra, era… opcional.
AL VOLANTE El pequeño habitáculo es un pedazo de las islas británicas exportado para desconcertar a los habitantes del continente. Frente al asiento de cuero, colocado muy cerca del gran volante, los 4 relojes con fondo crudo te recuerdan los hábitos imperiales en cuestión de pesos y medidas. El velocímetro esta graduado en millas, la presión de aceite en libras y la temperatura del agua en grados…Fahrenheit. El interruptor de los faros es un pequeño champiñón de bakelita del que hay que tirar para activar las luces de posición y después girar para poner las de cruce. Para las largas hay un interruptor que se acciona con el pie izquierdo ¡bajo el embrague!. Otro pequeño y cromado ¡en el centro del volante! acciona los intermitentes. En cuanto al freno de mano, es una dudosa excusa para rozar el trasero de nuestra acompañante. Una de dos, o el racionalismo europeo reacciona mal, y es el divorcio inmediato, o el encanto ingles funciona, y esta suma de incomodidades sugiere una nueva estética, un placer de conducir… distinto. Ya con el motor en marcha, el cuentavueltas se expresa, afortunadamente, en rpm: zona roja a 5200, un limite que prolonga otras 700 rpm el mando del overdrive disponible en el salpicadero. Tanto su nombre (overdrive significa, literalmente… “conducir mas”) como el de la marca que lo fabricaba (Laycock de Normanville), perfuman muy agradablemente el ambiente de puro romanticismo mecánico. Al igual que el doble embrague y la maniobra punta-tacón necesarios para engranar la primera, sin sincronizar, y la segunda, que rasca algo en las reducciones. Afortunadamente, el estupendo par motor nos permite recuperar desde muy abajo sin reducir, y las aceleraciones y la velocidad máxima (184 km/h) son, incluso hoy, bastante brillantes. Una berlina moderna puede quizás superarlas, pero con un confort aseptizado que mata demasiado las sensaciones. En cambio, las relativamente altas velocidades de que es capaz este Big Healey hay que merecerlas. Muy pesada en maniobras, la dirección se aligera bastante a continuación, y los frenos (lo que mas ha envejecido) no ayudan a abordar mas tranquilamente los virajes. Eje delantero impreciso, suspensiones duras y neumáticos mediocres le impiden un apoyo claro y detrás las insensibles ballestas se evaporan cuando se les exige mas, dejándonos solos con una deriva que el potente par no tarda en provocar. Resumiendo: ¡apasionante!. En cuanto al sonido, el seis en línea, por rustico que sea, despliega el canto flexible, lleno, de una mecánica cómplice. Una bella voz que acompaña cada matiz de la carburación al ritmo del acelerador y de nuestro pie derecho. Un ruido grave y fuera de lo corriente, que multiplicado por 1000 automóviles/hora seria insoportable, pero así, a solas en el campo, parece mas bien un regalo a los atónitos paseantes.
COMPRAR UNO quieran progresar por etapas en el descubrimiento de los deportivos ingleses. Se hicieron mas de 40.000 (todas las series incluidas: MK 1, 2 y 3) desde 1959 al 68, de ahí los bajos precios: un ejemplar correcto se negocia desde unos 40.000 € y el MK 3, la mejor versión para los que no conciben vivir un ambiente olvidando el veredicto del cronometro (200 km/ h) alcanza a veces los 50.000 €. Todas las piezas existen en Inglaterra, aunque algunas veces haya que esperar a que la acumulación de encargos justifique su fabricación. Pero sus precios son razonables. El motor es robusto y, correctamente mantenido (nivel de aceite), se usa pero no se rompe. Cuidado con los segmentos y el cigüeñal, frágiles, y con la bomba de gasolina, que suele averiarse. La corrosión puede aparecer en cualquier parte pero sobre todo delante de las ruedas traseras. Y nunca compren un automóvil… sin probarlo (promesas de importación, motor desmontado, etc…)
CONCLUSION al volante del Big Healey : olor de cuero curtido y de campos y bosques sombríos, brisas de aire mas o menos fresco, rudas suspensiones, un ambiente perfecto para comprender que era un deportivo a la inglesa… en los 60.
PRODUCCION 3000 MK 2 (1961-1964) : 11.564 ej. 3000 MK 3 (1964-1968) : 17.712 ej.
Texto: JR VIDEO > |
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